De la medicina fragmentada a la integrativa: la historia de Vivi

EL CAMINO DE REENCUENTRO CON MI PROPÓSITO

Soy Viviana, hoy me presento como Médica Holística e Integrativa. ¡Apasionada por el cambio de hábito! Como Mary Poppins, trabajo para que dejes de necesitarme. Pero hace no tantos años mi presentación hubiera sido algo diferente. 

Estudié medicina con vocación y deseo de ayudar a las personas. Me especialicé en medicina Familiar para profundizar la conexión con las historias vitales de quienes asistían. Sin embargo, tanto la formación de grado como la de posgrado me llevaron a desconectarme profundamente de mi propósito inicial y de mí misma.  

Inicié mi labor en el año 2000 en la medicina convencional y me reinventé completamente. Me di cuenta que mi misión no era curar a las personas, sino acompañar para que sean ellas mismas quienes descubran la sabiduría sanadora de sus cuerpos revisando y modificando hábitos a todo nivel (físico, emocional, mental y espiritual). 

Mi camino desde la medicina tradicional hacia la holística no fue lineal y requirió  desaprender para incorporar, cuestionar todo, trabajar en mi crecimiento personal. Hoy integro ambos mundos para “ser médica” desde una mirada más amplia y consciente.

¿CÓMO FUE EL CAMBIO DE PARADIGMA?

Desde el primer día en la facultad estudiamos personas muertas, no vivas. No solamente muertas, sino partes de personas muertas, ni siquiera enteras… Día a día se presentaron situaciones muy diferentes a mi deseo, y el pensamiento era que yo estaba equivocada, que para ser médica me tenía que gustar lo que estaba viendo. Quienes manifestamos desacuerdo fuimos ridiculizados ¿será que servis para médica? ¿No te habrás equivocado de carrera? Comencé a desconfiar de mí misma y a no expresar mis pensamientos y creencias, por temor al rechazo. 

El entrenamiento de posgrado es otro nivel, dos o tres noches por semana que no dormís por 4 años. “Es lo que toca si quieres ser médica, todo el mundo lo lleva muy bien”… Así fui construyendo una total incoherencia entre lo que promovía (alimentación saludable, actividad física, esparcimiento, vida social, trabajar en adicciones, respetar el descanso…) y mi propia vida, mis hábitos. El ritmo de trabajo hacía que prácticamente lo único que podía ofrecerle a una persona ante un malestar era una medicación, porque el tiempo de consulta era corto, tampoco tenía mucho conocimiento para hacer otra cosa, y además estaba súper cansada. Con el tiempo me fui  dando cuenta de lo inutil que era mi trabajo. 

Algo que me perturbaba mucho, era la negación de la propia esfera espiritual dentro del trabajo profesional. Como me pasó con el resto de las incoherencias, al principio de mi carrera no supe reconocerlo. Simplemente le negué un lugar. 

El grupo de profesionales con los que trabajaba se especializaban en pedazos del cuerpo (cardiólogos, reumatólogos, endocrinólogos, etc, etc…) y al igual que yo “intervenían” al paciente, lo estudiaban, diagnosticaban y arreglaban (medicando u operando) en el mejor de los casos. Difícil es trabajar en la integralidad de la persona y en la causa profunda de sus malestares ya que la mayoría de esos aspectos (hábitos, alimentación, modo de vincularse, entorno, trabajo, estrés) no tiene nada que ver con lo que puede ofrecer el sistema de salud, y muy fuera del alcance de una pastilla o cirugía en general…. 

¿Entonces? Comprendí que nadie puede curar a nadie. Querer sanar es un acto de decisión individual, y encontrar el camino para eso es absolutamente particular de cada persona, no admite protocolos. 

Me dí cuenta de que ser la médica que quería ser lamentablemente no era posible en el sistema de salud formal. Fui construyendo (y lo sigo haciendo!) un camino de reencuentro con mi propia esencia y deseo. 

Este proceso requiere no solamente aprender herramientas nuevas, sino también un cambio completo en el modo de entender la salud y la enfermedad.

Cariños, Vivi

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