Las enfermedades me protegían del miedo a salir a la vida

Resignificar ese miedo rotundo que me apareció luego de la desmedicalización. Nadie desea enfermarse, pero definitivamente no es casualidad que esa incomodidad esté ahí.

En mi caso, creo que los síntomas fueron la excusa perfecta para quedarme en casa gozando de la seguridad que me daban las 4 paredes. 

Cuando me curé y «me deshice» de todos esos síntomas y pastillas, dejé de ocupar mi tiempo en la enfermedad, ¿y ahora qué? Y ahora me tocaba salir a la vida. Recién ahí me di cuenta…

Empezaron a aparecer mil preguntas que antes no tenía ni tiempo de hacerme porque estaba muy ocupada en mi tránsito intestinal complicado, en el city tour por consultorios médicos, en tomar las pastillas, en hacerme los estudios, y en quejarme por mi mala salud, mala genética y mala suerte. ¿Qué me gusta hacer en mi tiempo libre? ¿Aquí quiero trabajar? ¿Me siento cómoda en este vínculo? ¿Dónde quiero vivir? Estas preguntas súper vibrantes me daban un miedo 😣… Y es lógico, ¿cómo no me va a dar miedo, si la vida está más llena de incertidumbre que de certezas? Para responderlas había que salir de la cueva, probar y tal vez cambiar…

Quejarme y sentirme mal eran malos conocidos. Esto otro era un pantano misterioso por descubrir, ¿a quién le resulta fácil hacerse y responderse estas preguntas tan vitales y profundas que en definitiva tienen que ver con quién Soy y quién quiero Ser?

“El miedo no evita la muerte. El miedo evita la vida”.  Naguib Mahfuz

Salir de la cueva para afrontar la intrincada tarea de conocerme, conectar con otras personas, y todo lo lujoso e incierto que implica la vida, era lo que estaba detrás de toda esa montaña de síntomas y enfermedades. Pifiar, avanzar, retroceder, enamorarme, separarme, mudarme, cambiar de trabajo, desilusionarme, brillar y reconocer mi propia potencia… Y es un misterio taaan profundo y tan incierto, que nos aterra. Y es normal. Al tiempo de mi desmedicalización, y a propósito de todas esas preguntas que fueron apareciendo, comencé a tomar una serie de decisiones bastante importantes en relación a mi vida. (¡Claro! Era más fácil quedarme en casa haciéndome la tonta y aparentando felicidad y bienestar…..)

A veces las enfermedades pueden estar al servicio de protegernos de algún temor…

Incluso a veces el miedo más grande (inconsciente, por supuesto) es a que las cosas nos salgan “bien”, más que a que nos salgan “mal”. Porque ahí nos toca abandonar la conocida posición de víctimas para hacernos cargo de nuestros deseos, dones y de toda esa potencia vibratoria que somos.

Como decía Alejandro Jodorowsky: “Para sanar hay que querer sanar, saber que podés sanar, y por último aceptar los cambios que la salud te trae”

Si no estamos dispuestxs a aceptar los cambios que trae el hecho de curarse y sentirse bien, estaremos atrapadxs siempre dentro de la cajita de cristal de la enfermedad, que viene a ser una especie de incomodidad cómoda (o comodidad incómoda), que nos procura la seguridad de ser víctimas.

Por eso VIVIR TU LUZ se llama así, porque sanar requiere del gran coraje y la valentía de enfrentarnos a los miedos que nos genera no solamente reconocer nuestras sombras, sino (y fundamentalmente)  hacernos cargo del brillo de nuestra propia luz. 

Con amor, 

Lucy 💕

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