No estás loca, estás inflamada

En el fascinante campo de la investigación médica y científica, se están desentrañando los vínculos y vías entre nuestra salud física y nuestro bienestar mental. Explorar estos nexos nos permite comprender mejor cómo nuestras enfermedades crónicas pueden influir en nuestro comportamiento y, lo que es más importante, cómo podemos abordarlas de manera más efectiva.

Un aspecto clave de esta investigación es el concepto de conducta de enfermedad. Esto fue en un principio investigado en la enfermedad aguda: Supongamos que tenemos una infección, puede ser una neumonía. Nuestro cuerpo activará nuestro sistema inmunológico, neurológico y hormonal del estrés para defendernos de esta situación y recuperarse satisfactoriamente. Durante este período de “lucha” la energía estará destinada a ese trabajo y será ahorrada de otros sistemas. Experimentamos cambios de comportamiento adaptativos y muy positivos en este contexto en el corto plazo: 

  • Falta de apetito
  • Alteraciones en el sueño, generalmente dormiremos mucho
  • Aislamiento social
  • Fatiga física y mental
  • Aumento del dolor general
  • Lentitud mental

Estos cambios son adaptativos, favorecen el proceso de recuperación y pueden estar presentes por un tiempo limitado hasta su desaparición. 

Sin embargo, en condiciones crónicas (trastornos intestinales, cardíacos, infecciosos crónicos, hormonales como endometriosis u ovario poliquístico, etc…), la activación permanente y de bajo grado del sistema inflamatorio y las vías nerviosas y humorales del estrés perpetúan estos comportamientos y malestares que cronificar y profundizarán tu desequilibrio de manera DESADAPTATIVA

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Estos malestares se profundizan, dolores permanentes, retención de líquidos, cambios en los olores corporales que se hacen más fuertes y desagradables, movimientos más lentos, falta de memoria, ansiedad y depresión que pueden ser muy profundas. El aislamiento social suele estar presente, con la característica de temor y sensación de peligro hacia el afuera y apego excesivo a los vínculos más cercanos que en casos más prolongados suelen agotarse por la demanda. 

«¿Es que no pensás moverte?«

Tanto la persona como su entorno puede experimentar un estado de frustración. Se sienten y se comportan como enfermos pero muchas veces los laboratorios dan normales o han sido artificialmente normalizados con medicación, mientras la inflamación y el estrés siguen sin resolverse. Enfermos que “no tienen nada”. A este estado de frustración se suma la desorientación, “¡será que todo es de la cabeza? ¿Tendré que ir a un psicólogo? ¡Tomar medicación antidepresiva?”

Cuerpo y mente no se separan por lo que en la medida que estos estados se prolonguen el ánimo estará afectado con ansiedad, alteraciones del humor, irritabilidad y depresión. 

¿Por dónde comenzar?

En este viaje de autoexploración y comprensión, es esencial recordar que no estás sola en tu lucha. Los avances en la ciencia nos han proporcionado un mayor entendimiento de cómo nuestro cuerpo y nuestra mente están intrínsecamente conectados, y cómo nuestras enfermedades crónicas pueden afectar nuestra calidad de vida y comportamiento.

No estás loca, estás inflamada. Esta simple afirmación encapsula la complejidad de la relación entre nuestro cuerpo y nuestra mente en el contexto de la enfermedad crónica. A medida que continuamos explorando esta interconexión, podemos encontrar esperanza en la comprensión de que existen formas de abordar y mitigar estos desafíos.

Es fundamental comenzar desde el lugar correcto, identificar los eventos o desencadenantes que puedan haber iniciado este viaje, y adoptar hábitos y herramientas que promuevan la paz y la armonía en nuestro cuerpo y mente. Desde una alimentación antiinflamatoria hasta ejercicios de respiración y autocuidado, cada paso que damos nos acerca un poco más hacia el equilibrio y la sanación.

Dra. Viviana Visús (Médica integrativa)

Bibliografía

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